En el Parkour he comenzado mas de una vez, la rutina
envuelve con su obscuridad mis entrenamientos y de allí el cansancio comienza a
carcomer mis deseos y pasiones, es cuando me canso, es cuando
volteo atrás y trato de encontrar significado a mis pasos que parecen
mas lentos. Me voy y duermo, sueño y ya no quiero despertar. Entonces pasa el
tiempo, me veo al espejo y sin querer extraño el Parkour, y pienso, y trato de
ver lo que he hecho mal, la rutina que todo lo acaba, que ha tocado
mi pasión contaminándolo todo, obligándome a volver a
comenzar.
Ya son varias las veces que he caído en la
rutina de la repetición infinita, ya son muchas las veces que he tratado de
seguir así y para ser sincero nunca he podido vencer la rutina. He aprendido
que el Parkour mas que el reto es el descubrimiento, el seguir
adelante, buscar, recorrer y aprender, y allí es donde encuentro ese
sentimiento que me despierta, ese sentimiento que me eleva y me recuerda porque
hago Parkour.
Nunca te dediques a
entrenar específicamente en un solo lugar, nuestro cerebro se acostumbra
a lo familiar y ya no ve mas haya de lo que ya se sabe, necesitamos cosas
nuevas para sentirnos bien, necesitamos el reto para seguir adelante, para
encontrar esa felicidad que el Parkour nos otorga. "Seamos como
el río y sigamos en movimiento", que el agua estancada tiende a
pudrirse, y queramos o no, nuestro Parkour se contamina si no lo
alimentamos con retos y nuestra mente se cierra a no ver mas haya.
Sin desir mas les dejo un pequeño cuento que me
contaron en mi infancia y que hoy he podido encontrar, espero que sea de su agrado y que al leerlo entiendan el peligro al que nos podemos encontrar cuando en el Parkour caemos en la rutina, lo dejo para su
disfrute y que el amor a nuestra disciplina perdure.
- "Los he reunido aquí a todos porque deseo con todas mis fuerzas matar a alguien".
Los asistentes no se extrañaron mucho pues era el Odio que estaba hablando y él siempre quiere matar a alguien, sin embargo todos se preguntaban entre sí quién sería tan difícil de matar para que el Odio los necesitara a todos. -
"Quiero que maten al Amor", dijo.
Muchos sonrieron malévolamente pues más de uno quería destruirlo. El primer voluntario fue el Mal Carácter, quien dijo: -
"Yo iré, y les aseguro que en un año el Amor habrá muerto; provocaré tal discordia y rabia que no lo soportará".
Al cabo de un año se reunieron otra vez y al escuchar el reporte del Mal Carácter quedaron decepcionados.
- "Lo siento, lo intenté todo pero cada vez que yo sembraba una discordia, el Amor la superaba y salía adelante".
Fue entonces cuando, muy diligente, se ofreció la Ambición que haciendo alarde de su poder dijo: -
"En vista de que el Mal Carácter fracasó, iré yo. Desviaré la atención del Amor hacia el deseo por la riqueza y por el poder. Eso nunca lo ignorará". Y empezó la Ambición el ataque hacia su víctima quien efectivamente cayó herida pero, después de luchar por salir adelante, renunció a todo deseo desbordado de poder y triunfó de nuevo.
Furioso el Odio por el fracaso de la Ambición envió a los Celos, quienes burlones y perversos inventaban toda clase de artimañas y situaciones para despistar el amor y lastimarlo con dudas y sospechas infundadas. Pero el Amor confundido lloró y pensó que no quería morir, y con valentía y fortaleza se impuso sobre ellos, y los venció.
Año tras año, el Odio siguió en su lucha enviando a sus más hirientes compañeros, envió a la Frialdad, al Egoísmo, a la Cantaleta, la Indiferencia, la Pobreza, la Enfermedad y a muchos otros que fracasaron siempre, porque cuando el Amor se sentía desfallecer tomaba de nuevo fuerza y todo lo superaba. El Odio, convencido de que el Amor era invencible, les dijo a los demás: "Nada hay que hacer. El Amor ha soportado todo, llevamos muchos años insistiendo y no lo logramos".
De pronto, de un rincón del salón se levantó alguien poco reconocido, que vestía todo de negro y con un sombrero gigante que caía sobre su rostro y no lo dejaba ver, su aspecto era fúnebre como el de la muerte. "Yo mataré el Amor", dijo con seguridad. Todos se preguntaron quién era ése que pretendía hacer solo lo que ninguno había podido. El Odio dijo: "Ve y hazlo". Tan sólo había pasado algún tiempo cuando el Odio volvió a llamar a todos los malos sentimientos para comunicarles después que, de mucho esperar, por fin el Amor HABÍA MUERTO. Todos estaban felices, pero sorprendidos. Entonces el sentimiento del sombrero negro habló: "Ahí les entrego el Amor totalmente muerto y destrozado", y sin decir más se marchó. "Espera", dijo el Odio, "en tan poco tiempo lo eliminaste por completo, lo desesperaste y no hizo el menor esfuerzo para vivir.
¿Quién eres?"
El sentimiento levantó por primera vez su horrible rostro y dijo: "soy La Rutina."
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